Martin Esparza / Contralínea
Hace un par de semanas se aplicó en el país el quinto gasolinazo del año. Los precios de los combustibles siguen al alza provocando un efecto inflacionario en los productos de primera necesidad al incrementar los costos del transporte de las mercancías; en tanto, la nueva refinería prometida desde el sexenio pasado, planeada en el municipio de Tula, Hidalgo, sigue arrumbada en el desván de los buenos propósitos oficiales.
Reflejo del desinterés por iniciar su construcción es que ni siquiera se ha terminado de levantar en su totalidad la barda perimetral que rodea el terreno donde, al menos en proyecto, se erigirá la magna obra que deberá ayudar a aminorar el grave déficit de gasolinas que enfrenta México y que nos ha llevado, a pesar de ser un país petrolero, a importarlas, lo mismo que sucede con el gas natural que compramos a Bolivia a un precio de referencia de Estados Unidos, y cuyo incremento en su costo es la excusa presentada por el gobierno de Peña Nieto para disparar un 8.4 por ciento de incremento las tarifas eléctricas, al señalar que es por medio del consumo de este combustible como se produce la mayor parte de la energía eléctrica en el país.