En este contexto es pertinente concitar hechos de la historia contemporánea para etiquetar en su justo valor a cada uno de quienes ahora pretenden sorprender la buena fe de quien tomará las riendas del país el primer de diciembre próximo, como son los casos de Rosendo Flores y Jorge Tapia —sin dejar de mencionar a Jorge Sánchez quien desde años se ostenta como dirigente del SME—entre algunos de la extensa lista de arribistas.
Los nombres y rostros de todos ellos, así como de infinidad de amanuenses del gobierno de Felipe Calderón Hinojosa que lanzó a la calle a 44 mil trabajadores el 11 de octubre del 2009 tras la expedición del Decreto de Extinción de la paraestatal Luz y Fuerza del Centro, no figuran en ninguno de los episodios de la lucha de resistencia iniciada por los 15 mil 599 electricistas que se rehusaron a liquidarse.
Habrá que recordar el financiamiento oficial que tuvo meses antes del golpe a la centenaria organización el entonces candidato de la planilla naranja y tesorero, Alejandro Muñoz y cuya misión encomendada desde Los Pinos era desplazar de la dirigencia a Martín Esparza para anular cualquier brote de inconformidad una vez que sobreviniera el cierre de la empresa.
La instrucción que los ahora paladines del gremio electricista dieron a sus hijos y familiares cercanos nunca fue la de sumarse a la lucha en contra del autoritario decreto, sino acudir a liquidarse para más tarde empujar la estrategia de desaparecer a la organización bajo la exigencia de vender su patrimonio sindical.
El largo y sinuoso camino que los electricistas del SME debieron recorrer en todos estos años en mítines, marchas, plantones y huelgas de hambre, marcó un hito en la historia contemporánea de los movimientos sociales del país. Y mientras los ahora iluminados descansaban en sus casas gozando de las jugosas pensiones agenciadas en sus tiempos de liderazgo, miles de sus ex compañeros se enfrentaban a la fuerza del estado.