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La consigna era acabar, desarticular y anular la fuerza del SME, un sindicato creado hace 97 años, a través de una publicidad con cargo al erario público para desacreditar a los trabajadores electricistas. Se patrocinó a la disidencia dándoles interlocución para que miles de trabajadores fueran engañados para que aceptaran la liquidación y a cambio ser recontratados en la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
Javier Lozano vaticinó que con sobre bonos en la liquidación el problema se acabaría en el corto plazo. Dispuso de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje como si fuera marioneta, acelerara procesos legales para legitimar la supuesta quiebra de LyFC y negar reiteradamente que la CFE fuera reconocida como patrón sustituto a pesar que ésta empresa había asumido la operación.
Los trabajadores que de la noche a la mañana habían perdido el empleo por el capricho gubernamental, fueron buscando nuevas formas de subsistencia para no darse por vencidos. Miles de esposas de electricistas se emplearon en trabajos informales y los hijos de ellos empezaron a aparecer en los mítines electricistas para dar ánimo a sus padres en lucha.
Ante la opinión pública se justificó el golpe a los trabajadores porqué orillaba a altos costos en la tarifa eléctrica y la desaparición de LyFC beneficiaría a los usuarios con la baja en las tarifas. Nada de ello sucedió. Miles de familias empezaron a recibir cobros de hasta un 500 por ciento en el pago de su energía eléctrica y por el contrario aparecieron empresas privadas como beneficiarias de este golpe.