La protesta política de AMLO y la impugnación a la validez legal de la elección no tienen como fin estratégico la Presidencia de la República. Es solo el emplazamiento espacio-temporal, táctico, que le permite desarrollar una política para implantar y afirmar su liderazgo en el arco de “las izquierdas”, luego de su segundo intento fallido por ser presidente. “Hombre de la Nación” le ha llamado Camacho (el más conspicuo estratega de esas izquierdas) vocero de su segmento más articulado al sistema de partidos, al prefigurar un liderazgo partidista para AMLO, en el boceto de un desenlace de no ruptura de la izquierda al embrollo del conflicto poselectoral.
Llevan razón los del Eje Camacho-Ebrard(Mancera)/Chuchos-et al de no querer separarse de AMLO. Saben que no pueden prescindir del liderazgo carismático del caudillo, su gran poder de convocatoria social y notable capacidad organizativa electoral; su presencia minoritaria pero crucial en el PRD (Bejarano y otras “tribus”), Morena y la gama de movimientos que lo apoyan (Atenco, Cherán, simpatizantes EZLN y otros “movimientos de furia”, inherente e inercialmente antisistémicos); su habilidad para construir alianzas con sectores empresariales específicos y convencer siempre —al final— a importantes sectores medios y a la masa media de intelectuales y artistas.