"Por autoridad del Dios Omnipresente, El Padre, El Hijo y El Espíritu Santo… Sea condenado Miguel Hidalgo y Costilla, en donde quiera que esté… Que sea condenado en su boca, en su pecho y en su corazón y en todas las vísceras de su cuerpo… que sea maldito en todas las junturas y articulaciones de su cuerpo… que no haya nada bueno en él. Que el hijo del Dios viviente, con toda la gloria de su majestad, lo maldiga. Y que el cielo, con todos los poderes que en él se mueven, se levante contra él. … ¡Amén!”
El proceso degradatorio se llevó a cabo el 29 de julio de 1811 en Chihuahua y consistió en rasparle la piel de la cabeza, que había sido consagrada, como cristiano y sacerdote, con el santo crisma. Le arrancaron la yema de los pulgares e índices de las manos que habían sido consagradas el día de la ordenación.
Después lo entregaron al gobierno español para que lo fusilaran. La maldición anterior se trata de un fragmento de la Excomunión de Miguel Hidalgo por parte del obispo Manuel Abad y Queipo de la Iglesia católica.