La que presume como empresa de clase mundial, la Comisión Federal de Electricidad (CFE), que entró al quite para sustituir, según ellos, con mejor calidad los servicios que prestaba la desaparecida compañía de Luz y Fuerza del Centro (LyFC), enfrenta hoy una airada ola de inconformidades y protestas de los usuarios y población en general por los abusos en el cobro de recibos y las irregularidades que se presentan en la lectura de los medidores, que, a decir de algunos, son solamente estimadas.
En términos de opinión pública, no le va nada bien a la CFE, pues, en opinión de los ciudadanos, ésta deja mucho qué desear ante la diferencia que existe entre la intensa y costosa campaña publicitaria para promocionarse en los medios de comunicación como la empresa de vanguardia, moderna y con los mejores servicios de atención al cliente y la realidad que padecen los usuarios con la actitud y proceder de muchos funcionarios y empleados de esta empresa, cuyo sello, en su desempeño, parece ser la indiferencia, la falta de comunicación con el público y la atención despersonalizada.