Francisco Gómez Maza
Triste ejemplo: la Comisión Federal de Electricidad
Y es presentada como una empresa de clase mundial
iudad de México.- Los diccionarios de economía definen la productividad como la cantidad de producción de una unidad de producto o servicio por insumo de cada factor utilizado por unidad de tiempo. En buen cristiano, es ser fecundo, eficaz, útil. Su contrario: la infecundidad, la aridez, la esterilidad, la ineficacia, la inutilidad.
El presidente Felipe Calderón señaló la semana pasada, en una comida con empresarios mexicanos, que en su opinión Grecia debería abandonar la zona del euro para posteriormente devaluar su propia moneda y con ello reducir los salarios y las pensiones reales para obtener competitividad económica gracias a exportaciones y mano de obra barata, y regresar en algunos años, una vez aprendida la lección.
Las declaraciones del presidente denotan que, a cinco años de haber tomado posesión de la presidencia, sigue sin saber cómo hacerle para que un país incremente su productividad de forma alterna a la aprobación de las reformas estructurales, cuando lo cierto es que éstas no aumentan la productividad de un país, sino su competitividad, de acuerdo con los economistas del boletín Tendencias Económicas y Financieras.
La productividad y, en consecuencia, el nivel de vida de la población, crecen con inversiones en tecnología e innovación.
Caso emblemático es el de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), una empresa que se presenta como “de clase mundial”, pero que no acaba de ser ni siquiera de clase nacional y en la que, recientemente, se dieron escándalos de corrupción.