Algunos dicen que es autoexilio. Sin embargo, todo indica que de lo que se trata es de una fuga muy al estilo de la emprendida por Carlos Salinas de Gortari y por Ernesto Zedillo. Sólo Echeverría, López Portillo, De la Madrid y Fox han permanecido en el país, afrontando a sus críticos.
Desde diciembre próximo, Felipe Calderón se convertirá en fugitivo.
Y como se lo planteaba a usted aquí en enero de este año, vale preguntar nuevamente:
¿Va a huir Calderón de México dejando tras de sí su regadero de muertos, que al decir del The New York Times sumarían hasta estas fechas ya más de 67 mil?
¿Sin que se le finquen las responsabilidades penales y éticas por el abandono económico, social y político en el que nuestra nación ha caído por la inacción de su fallida Administración en los últimos años?
¿Se le va a perdonar el escandaloso enriquecimiento de los más connotados panistas, merced a sus prácticas corruptas?
¿Va a haber, entonces, crímenes sin castigo?
No puede, no debe haber más impunidad.
Menos aún la de aquellos que entre sus cacareadas virtudes (sic) siempre han discurseado su respeto a la vida (67 mil muertos), la honradez, la Patria ordenada y generosa (jejeje).
Arraigar a Calderón en México es, debe ser, una demanda popular que aquél que vaya a ser su sucesor debe comprometerse a llevar a cabo.