El Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) ha sido, durante dos años cinco meses, una enorme piedra en el zapato del actual gobierno, que está obsesionado en dar un golpe mortal a la creciente resistencia social, imponer su contrarreforma laboral y sacar adelante sus planes privatizadores de la electricidad y la fibra óptica en la zona centro del país, antaño la región más transparente de México, hoy concentradora de 32.7 por ciento del producto interno bruto.
El plan de Calderón contra el SME –diseñado desde la óptica de un golpe de Estado, en un área exclusiva y estratégica para la nación– se propuso eliminar a un sindicato democrático y nacionalista, cuyo contrato colectivo de trabajo resume las mayores conquistas obreras en México. Parte medular de su estrategia aniquiladora consistió en ocultar información, documentos y expedientes, cuyo conocimiento, de haberse hecho públicos desde octubre de 2009, habrían destroncado su criminal proyecto.