2012-07-15 • POLÍTICA
AMLO no se va a La Chingada (su quinta tabasqueña), se queda. No hace mutis de la escena; persevera y busca mantener su protagonismo en el corto y mediano plazos. No pelea la Presidencia, lo asumió desde el 1 de julio; la diferencia es demasiada, los argumentos y pruebas para la nulidad inviables, lo sabe. La querella por la invalidez de la elección presidencial es solo táctica; le permite prolongar una forzada unidad con sus adversarios internos. La mejor estrategia posible en la disputa interna por el predominio y el liderazgo del arco de las izquierdas (whatever…) consiste en mantener una lucha externa bajo la modalidad del conflicto post-electoral.
En esa ambigüedad, mejor, en ese juego bidimensional empeñará sus mejores recursos; en el corto plazo, la movilización de masas y la reivindicación de motivos para la protesta social, su habilidad y experiencia para imponer agenda y su eficacia mediática. Septiembre, con la entronización de sus adversarios —vencedores electorales— en el Congreso, y la calificación de la elección presidencial del TEPJF, marcará un punto de inflexión táctico obligado. El siguiente lapso alcanza hasta el comienzo de diciembre, el inicio del gobierno de Peña Nieto y, días después, la toma de posesión de Mancera, Asamblea DF, Morelos y Tabasco (menos) modificarán radicalmente las condiciones del enfrentamiento. Será el momento para reorientar la batalla al seno de las izquierdas. En principio para AMLO, no escindirse, no soltar el liderazgo ganado, compartir posiciones directivas en el PRD; al mismo tiempo, remozar y apuntalar Morena, PT, MC y el abanico de aliados (lo que quede del #132, Atenco, SME(?), etcétera).