Es imposible determinar en este momento si efectivamente Rosales Pérez fue ultimado por su militancia sindical. Denunciado el hecho ante el ministerio público del DF, apenas está comenzando la averiguación previa. Parece indudable que no fue un crimen común como los que a diario se cometen adicionalmente a los relacionados con el crimen. Si se comprobara que el móvil es político, estaríamos en un nuevo y peligroso estadio de la lucha entre el SME por un lado y las instituciones y fuerzas antagónicas a esa organización, que insiste de varios modos en impedir que se consume sin remedio la liquidación del organismo Luz y Fuerza del Centro, y el consiguiente despido de sus trabajadores.
La muerte acecha a los sindicalistas que, por su propia voluntad, practican una huelga de hambre desde hace dos meses, cumplidos el viernes. Los electricistas que participan en este recurso extremo de la lucha política han sido relevados, conforme a un plan establecido previamente. A uno de ellos, sin embargo, el ingeniero Cayetano Cabrera Esteva, que está en ayuno desde el principio, acaso sea necesario hacerlo desistir de su perseverante gesto. La huelga se ha sostenido no obstante severos inconvenientes ajenos a los electricistas. Hay algunos de carácter social y políticos, como la instalación de megapantallas al lado del campamento donde se cumple el ayuno, que congregan a multitudes que siguen los partidos de la Copa del mundo de Sudáfrica, no sólo cuando interviene la Selección mexicana. Otros derivan de la naturaleza; las carpas dentro de las cuales yacen los ayunantes han de ser hornos con los calores del mediodía, y resienten las lluvias de estos días recientes. Los huelguistas han resistido también los embates de sus adversarios, que los acusan de fingir el ayuno, y de las autoridades, que les piden dejar esa práctica y acudir a las vías institucionales