Desde principios del sexenio pasado se empezó a trabajar en la renovación de las calles del Centro Histórico y la infraestructura que hay bajo ella. Se trataba de que los efectos de la renovación tuvieran una duración muy larga. La capa de la calle era en total de 40 centímetros de espesor. La primera mitad era una mezcla más suave, la de arriba es de concreto hidráulico, muy resistente. La idea era que esta combinación resistiera los hundimientos desiguales que se han dado en esa parte de la ciudad. Se calculó que las obras durarían 50 años.
También los conductos –de agua, drenaje, electricidad para el alumbrado público y cables para los teléfonos y los que alimentan la energía eléctrica en general– tenían esa resistencia. Por ejemplo, los aislantes de los diversos cables son de un material muy resistente, pero también flexible, con la misma idea: un hundimiento desigual no iba a romper el cable ni su aislamiento. En el caso de la red eléctrica, la de alta tensión se instalaba, lógicamente, a mayor profundidad que la de tensión media. También se renovaron de manera similar las banquetas. La mayoría de las calles situadas entre el Eje Central, el Zócalo y 20 de Noviembre fue transformada, y algunas más.