Juan Carlos Talavera
La Estela de Luz acapara miradas y arranca sonrisas de ironía. Aún no ha sido inaugurada y ya fue rebautizada por el imaginario popular como “la columna de la impunidad”, “la estela de la burocracia” y “el monumento a la corrupción”. Sus 104 metros de altura, engalanados con cuarzo brasileño y acero finlandés, son la inversión millonaria que inspira muecas de hastío y el silencio con ademanes poco patrióticos.
Las reacciones suceden en tres puntos de Paseo de la Reforma, en el Bosque de Chapultepec, junto a la Torre Mayor y en las inmediaciones del Metro Chapultepec, donde cientos de transeúntes y ciclistas ven ese invitado incómodo que llegó para quedarse en el paisaje urbano. Esa es la realidad que despierta el monumento que debió inaugurarse hace 477 días -15 de septiembre de 2010- y aún permanece cercado, con detalles logísticos de por medio y un halo de irregularidades por resolver.
–¿Sabe usted cuánto se gastaron en ese monolito sin chiste? –reflexiona Cruz Pérez, un sesentón de mostacho teñido que se dedica a la albañilería y atraviesa Reforma todos los días–.
–El costo es cercano a mil 36 millones de pesos, IVA incluido, se le dice.
–¿Quéeee?, ¡millones! ¡Son chingaderas! Sabe lo que puede hacerse con ese dinero. No, no. Es una burla millonaria. Así la dejo ya. ¿Sabe cuánto aumentó el mínimo?
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