La celeridad impositiva concertada se ha topado con dos inmediatos puntos de resistencia: el movimiento 132, ya en las calles, implacable y claro, y la recurrencia de Andrés Manuel López Obrador a los tribunales electorales para denunciar un fraude que aún no señala en esos términos pero cuyos ingredientes ya ha precisado.
El golpe nocturno dominical en favor de Peña Nieto necesitaba de rapidez para inyectar los virus del desánimo y el cinismo. Por ello se adelantaron las conferencias de prensa de Josefina Vázquez Mota y Leonardo Valdés Zurita, con la intención de ganar tiempo e impedir el surgimiento de algún dato o elemento discordantes. La panista ni siquiera se esperó a contar con una base numérica medianamente aceptable para darse por derrotada: con lo que había, que era ínfimo, dejó colgados incluso a quienes todavía a esa hora ultimaban detalles en casillas de diferentes partes del país. Valdés Zurita también saltó antes de tiempo, para presumir unos comicios límpidos, dar por ganador a Peña Nieto y servir de telonero a un disimuladamente eufórico Felipe Calderón. Lo importante era asentar el golpe. Luego vendrían las negociadas felicitaciones internacionales al presunto ganador. ¡Al diablo con las instituciones electorales!