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Su objetivo es que Víctor Fuentes del Villar, secretario general del Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (SUTERM), y quien conduce el automóvil, la identifique o por lo menos le regale una sonrisa, un gesto de aprobación.
Cada semana, al igual que Paloma, decenas de chicas ataviadas con minifaldas entalladas, escotes, zapatillas de tacón y exagerado maquillaje repiten la rutina: llegan a la calle Lerma, frente a las instalaciones del SUTERM, ensayan su mejor sonrisa y aguardan durante la mañana la salida del líder gremial.
Esta tarde de agosto no es la excepción. Después de haber esperado más de cuatro horas, y al ver que el hombre que dirige las riendas de uno de los sindicatos más grandes del país sale de sus oficinas, Paloma y el resto de las chicas se lanzan en busca de su mirada.
La escena dura unos cuantos segundos, pero no es nada sencilla: cuando el carro avanza, la joven aguanta la sonrisa hasta que es rebasada por el coche. Luego da media vuelta, se quita los tacones y los sustituye por un par de sandalias para correr furiosa detrás de “don Víctor”, como se le conoce al dirigente. Dos cuadras adelante lo alcanza, y de nuevo se yergue, acomoda una sonrisa y lo saluda, como lo hacen las reinas de belleza en una pasarela al extender sus brazos: corto, corto, largo, largo.
—¡Adiós, chiquitooo! —le grita otra mujer.
Pero a Fuentes del Villar nada lo inmuta. Al contrario, les responde con indiferencia: ni siquiera las ve y continúa su ruta.
Este hombre delgado, de más de 80 años, de vestir elegante y cabello cano, sabe el poder que ostenta: dirige a 74 mil 655 trabajadores sindicalizados y controla un presupuesto promedio anual de 63 mil millones de pesos.