Martín Esparza / Revista Siempre
Las reformas privatizadoras del PRI de la tecnocracia amenazan con devastar las instituciones que por décadas levantó el PRI nacionalista. Diametralmente opuesto a la ideología en que sustentó sus orígenes y documentos básicos, el PRI de hoy ha terminado por mimetizarse a los objetivos e intereses que prohijaron a su otrora antagónico PAN: todo a favor del gran capital, sobre todo extranjero, y en contra de los intereses de la nación y las mayorías.
Montados en el glamoroso tiovivo de la globalización, los priistas que han retornado al poder pretenden deshacerse del legado histórico al que deben su fundamento partidista y que, lejos de ser de su propiedad, pertenece a todo el pueblo de México pues gracias a éste se forjaron en las primeras décadas del siglo pasado las instituciones que dieron soberanía, progreso y estabilidad social al país.
El desmesurado afán reformista y entreguista del PRI de hoy no puede echar por la borda el millón de vidas que costó al país plasmar en la Constitución de 1917 las luchas y demandas sociales de millones de obreros, campesinos y las clases sociales marginadas, a través de artículos como el 3, 27 y 123, para después dar vida a instituciones que las apuntalaron en los hechos, como respuesta a los reclamos de justicia expresados en el movimiento armado de 1910.
Petróleos Mexicanos surgió como la empresa pública de un naciente país que debía explotar y administrar sus riquezas del subsuelo garantizadas como propiedad de la nación, lo mismo que la Comisión Federal de Electricidad (CFE), concretada dentro del eje nacionalista del gobierno del General Lázaro Cárdenas para dotar a México de la infraestructura eléctrica que permitiera su desarrollo económico y social ante los intereses mezquinos del monopolio extranjero al que había alentado el régimen porfirista. En 1960, con la nacionalización de la industria eléctrica se sentaron las bases para que con Luz y Fuerza del Centro se fincaran las bases de una auténtica soberanía energética.
Con el nacimiento de la Secretaría de Educación Pública, se materializaron las aspiraciones del artículo tercero para ofrecer a todos los mexicanos la oportunidad de una educación obligatoria, laica y gratuita y al surgir el IMSS y el ISSSTE, el derecho a la salud concretó los postulados de seguridad social para los trabajadores, como más tarde se patentizaría el derecho a la vivienda mediante el surgimiento del INFONAVIT.
Hoy, todas estas instituciones públicas que se forjaron a través de décadas con el trabajo de muchas generaciones se encuentran en riesgo y en peligro de ser privatizadas.
Por eso, los mexicanos debemos mirarnos unos a otros y hacernos la pregunta: ¿Lo vamos a permitir? Habrá pues que movilizarnos, salir a las calles y recordarle a ese PRI de la tecnocracia, algunas lecciones de historia del olvidado PRI nacionalista.
Montados en el glamoroso tiovivo de la globalización, los priistas que han retornado al poder pretenden deshacerse del legado histórico al que deben su fundamento partidista y que, lejos de ser de su propiedad, pertenece a todo el pueblo de México pues gracias a éste se forjaron en las primeras décadas del siglo pasado las instituciones que dieron soberanía, progreso y estabilidad social al país.
El desmesurado afán reformista y entreguista del PRI de hoy no puede echar por la borda el millón de vidas que costó al país plasmar en la Constitución de 1917 las luchas y demandas sociales de millones de obreros, campesinos y las clases sociales marginadas, a través de artículos como el 3, 27 y 123, para después dar vida a instituciones que las apuntalaron en los hechos, como respuesta a los reclamos de justicia expresados en el movimiento armado de 1910.
Petróleos Mexicanos surgió como la empresa pública de un naciente país que debía explotar y administrar sus riquezas del subsuelo garantizadas como propiedad de la nación, lo mismo que la Comisión Federal de Electricidad (CFE), concretada dentro del eje nacionalista del gobierno del General Lázaro Cárdenas para dotar a México de la infraestructura eléctrica que permitiera su desarrollo económico y social ante los intereses mezquinos del monopolio extranjero al que había alentado el régimen porfirista. En 1960, con la nacionalización de la industria eléctrica se sentaron las bases para que con Luz y Fuerza del Centro se fincaran las bases de una auténtica soberanía energética.
Con el nacimiento de la Secretaría de Educación Pública, se materializaron las aspiraciones del artículo tercero para ofrecer a todos los mexicanos la oportunidad de una educación obligatoria, laica y gratuita y al surgir el IMSS y el ISSSTE, el derecho a la salud concretó los postulados de seguridad social para los trabajadores, como más tarde se patentizaría el derecho a la vivienda mediante el surgimiento del INFONAVIT.
Hoy, todas estas instituciones públicas que se forjaron a través de décadas con el trabajo de muchas generaciones se encuentran en riesgo y en peligro de ser privatizadas.
Por eso, los mexicanos debemos mirarnos unos a otros y hacernos la pregunta: ¿Lo vamos a permitir? Habrá pues que movilizarnos, salir a las calles y recordarle a ese PRI de la tecnocracia, algunas lecciones de historia del olvidado PRI nacionalista.