
Lo has visto partir tantas veces con el estómago vacío, y ha logrado llegar hasta la carrera aun cuando pedaleaba horas en bicicleta para ir a la escuela, cuando se enfermó y no le compraste sus medicinas, cuando se levantaba de madrugada e iba con sus ropas rasgadas en épocas de frío, y se pasaba el año con una sola libreta para todas sus materias; o a qué a veces, cuando te mandaban llamar a su escuela, no podías ir porque no tenías dinero, o no tenías donde dejar a sus hermanitos o no te dio permiso el “patrón” o a la “patrona”.
Imagina que en tu casa no hay televisión, ni tienes celular, pero te avisaron que tu hijo está detenido, que paso “algo” y “que se lo llevaron al ministerio público de Iguala”, dejas todo, pides prestados unos centavos y corres con la policía. Nadie te da razón, vas a la escuela, preguntas a otros padres y todos están igual que tú, tienes hambre, ya entro la noche, y nadie parece saber nada. Después de algunos días te enteras que dicen en los noticieros que ya apareció tu hijo; el corazón te da un vuelco, pero dicen los demás que en una “fosa común”, como no entiendes muy bien el español le preguntas al de al lado – ¿qué es eso?- y te responde que es “donde tiran muertos”. No lo crees, no lo entiendes y corres a preguntar sin soltar la foto con su rostro ¿dónde está tu hijo? ¿A dónde lo llevaron? ¿Quién se lo llevo? Un reportero se para y te pregunta, echas a llorar, le cuentas como era tu hijo y le pides ante una cámara que si te está viendo que regrese, que lo extrañas, y no hay respuesta.
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